sábado, 22 de septiembre de 2018

La espera de la salvación


La enorme fila llegaba hasta las afueras de la tienda comercial y yo, la que esperaba impaciente conseguir la nueva versión del smartphone de mi marca favorita, me encontraba casi, casi al final, si no fuera por dos chicas de no más de dieciocho años que acababan de llegar.

Estuve ahorrando por tres años para lograr conseguir uno de esos aparatos tecnológicos apenas salieran al mercado. Y, como estaba a punto de conseguirlo, el calor comenzó a recorrer mi cuerpo, interna y externamente. Iba desde mis pies, pasaba por mis piernas, llegaba a mi espalda y, posteriormente, a mi nuca. Sentía la cálida emoción recorrer mi cuerpo. No podía más de felicidad. 

La fila no avanzaba, había pasado ya dos horas y yo seguía casi en el mismo sitio. Un paso. Otro más. Y luego otro. Cada hora era uno. Cada uno de esos pasos me acercaban a cumplir mi tan anhelado sueño. Cosas materiales. Lo sé, lo tengo claro. Lo material no importa, pero era mi única manera de gastar mis ahorros porque la tecnología se había vuelto parte de mí. Justo después de terminar mi carrera profesional sobre marketing internacional, el bichito tecnológico me atacó. Ya me gustaba desde antes, pero al ser una profesional que debe buscar sus propias ofertas laborales, la conectividad se hizo parte de mi vida. 

Ya había pasado nueve horas. Estaba más cerca. Considerablemente más cerca.

De pronto, cuando elevé la mirada para evaluar la distancia que había entre mi puesto y la sección de venta, un vendedor de otra marca de smartphones apareció. Venía repartiendo una cajita pequeña con un adorno perfectamente realizado de color rojo oscuro. Tuve miedo de abrirlo. ¿Qué tal si era una bomba? ¿O un animal salvaje? ¿Qué tal si solo era una broma de mal gusto? Cuando vi que otras personas comenzaban a abrirlo, entonces me animé también. Abrí lentamente el paquete. Además de un cargador usado de celulares, traía un pedazo de papel blanco que decía: “Aquí hay un banco de energía. Lo necesitarás. Cortesía de nuestra empresa (marca de aquella red de smartphones)”,

Mientras caminaba a casa sin mi compra, comencé a reflexionar y concluí que no estaba decepcionada ni de malhumor. Si no alcancé a comprar la nueva versión es por algo, si nos hicieron llegar ese “regalo” fue por algo. Todo tiene su motivo y, quizás, mi motivo era que no debía gastar mi dinero en algo así solo porque soy fanática de la tecnología. Debí dejar el entusiasmo antes porque solo estaba allí por la marca.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario